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Dado lo visto en “Tiranía de los Deberías I”, nos quedamos con la pregunta: ¿qué tanto nos estamos viviendo nuestras vidas desde la Tiranía de nuestros propios Debería?
Antes de tratar de responderla, ahondaré en lo que mencioné como “deberías” pretéritos, aquellos relacionados al pasado. Nos paramos en el hoy y nos hacemos cuestionamientos como: “debería haber sido más valiente”, “debería haberme separado mucho antes”, “no debería haberme quedado callado”, “debería haber tomado otra decisión”.
Soy de los que creen que es muy complejo (incluso medio tramposo) juzgar las cosas, las situaciones, a otras personas o juzgarnos a nosotros mismos sobre algo que ocurrió en el pasado considerando quiénes somos hoy. Aclaro con un ejemplo. En una conversación con una mujer llamada Roxana (que en realidad no se llama Roxana), me comentaba que le incomodaba profundamente, que le dolía no haberse separado de su ex marido tiempo antes de lo que realmente lo hizo, separación que había ocurrido unos 4 años atrás: “debería haberme separado dos años antes de cuando lo hice”. Ella, Roxana2 (la Roxana que en ese momento de su relato estaba siendo), juzgaba a Roxana1 (una Roxana que ya no existía) por no haber hecho algo hace 6 años atrás. Yo le pregunté si no le parecía un poco injusto que Roxana2 juzgara de esa manera a Roxana1 siendo que quien juzgaba hoy era una persona distinta a la anterior.
Como ya lo mencioné en el primer artículo de este blog “Alcachofazos & Espirales Ascendentes”, siento que muchas personas conciben sus vidas como un movimiento lineal, casi unidireccional: hacia adelante. Yo creo que cuando nos vamos desarrollando como personas lo hacemos en un viaje que tiene forma de espiral ascendente y esto, metafóricamente hablando, nos hace encontrarnos con situaciones similares (no idénticas ya que los contextos son siempre distintos) a las que hemos vivido en el pasado pero con mayor nivel de consciencia y probablemente, con mayores recursos, competencias y herramientas para enfrentarlas. Entonces, juzgarnos hoy (como lo hacía Roxana2) de lo que fuimos o no capaces de hacer 6 años atrás es, al menos, tramposo porque hoy estamos capacitados de ver lo que en ese entonces no éramos capaces de ver, y por tanto, hoy también estamos aptos de hacer algo distinto a lo que no pudimos hacer en ese entonces. En simple, no pudimos hacer lo que no vimos como posible.
El Dr. Humberto Maturana lo plantea claramente: los seres humanos siempre hacemos lo mejor que podemos en el momento que lo hacemos, porque si no fuese así, haríamos otra cosa.
Una mirada más compasiva y cuidadosa, a mi juicio, es validar que esa Roxana1 (en este caso) hizo definitivamente lo “mejor” que pudo en ese momento con el nivel de consciencia que entonces tenía y con los medios que disponía. Algo le pasó a Roxana2 con esta conversación, bajó su mirada y se quedó extremadamente callada por un buen rato. Al recuperarse, me dijo que se acababa de dar cuenta de cómo culpaba a esa Roxana1 (o sea, a ella misma) por no haber hecho algo distinto en ese entonces. Se dio cuenta a la vez, que ya era tiempo de soltar, de perdonarse y de abrazar simbólica, cuidadosa y compasivamente a esa otra mujer que hizo lo mejor que pudo dado quien entonces estaba siendo. Demás está mencionar que en este proceso de ascenso en la espiral hay definitivamente un aprendizaje personal.
Como se podrán dar cuentas, acá entran en escena los tres “yo” que hablamos en el artículo anterior. El “Yo ideal” quejándose que las cosas deberían haber sido distintas, el “Yo despreciado” culpándose de no haber tomado otras decisiones en ese entonces, y por último, el “Yo real” que finalmente comprende compasiva y empáticamente que ella hizo lo que pudo hacer en tal momento, dejando sin argumentos ni quejas al “Yo ideal”, y sanando al “Yo despreciado”.
La Naturaleza de los “deberías” - Si deseamos algo en que nos queramos convertir o que queramos obtener, ¿cuándo cabe llamarlo un “debería” y no simplemente un deseo? Yo siento que tiene que ver con la emocionalidad con que nos tomamos lo que deseamos o tenemos que hacer. ¿Sentimos que tenemos opción, que hay espacio para decidir o, al contrario, sentimos que estamos ante una imposición, una obligación en que no tenemos alternativas? Lo interesante, desde mi mirada, es que lo obligatorio es lo que cada uno de nosotros validamos como obligatorio (o sea es un juicio), porque para prácticamente todas las decisiones de vida, tenemos opciones. El tema es cómo nos hacemos cargo de las consecuencias de tales opciones. ¿Cuándo una acción se convierte en obligatoria? Cuando cada uno de nosotros valida que así sea.
Entonces, nos podríamos preguntas: ¿Por qué debería hacer tal cosa? ¿Qué gano haciéndolo desde espacio auto-impuesto? ¿Qué ocurría en mi motivación y emocionalidad si lo cambio a “me gustaría” o “podría” hacer tal cosa? ¿Es lo mismo: “Debería conseguir un ascenso” a “me gustaría conseguir un ascenso”? Y todo esto bajo lo que nosotros mismos nos imponemos.
Si lo observamos desde lo que se nos impone desde afuera: ¿Quién dice que yo debería hacer eso? ¿Por qué le doy autoridad a esa persona? ¿Qué pasaría si no lo hago? ¿Tengo alternativas? ¿Estoy dispuesto a hacerme cargo de las consecuencias de no hacerlo?
Luchar contra la “Tiranía de los Deberías” toma coraje, ya que nos invita a poner límites tanto a nosotros mismos como a terceros. Nos invita, además, a cuidarnos, a hacer lo que deseemos hacer por el gusto de hacerlo, no por “deber” hacerlo, disminuyendo la presión y ansiedad del proceso. Por último, en ese lenguaje que nos constituye puede estar la clave para vencer a esta tiranía:
De “debería aportar a mi equipo” a “me gustaría aportar a mi equipo”.
Algo ocurre cuando trabajamos nuestras vidas desde la elección y no desde la imposición. Finalmente, nos hacemos cargo.